¿Puede la literatura influir en nuestra percepción del amor?
Descubrí cómo las historias que leemos pueden moldear nuestras emociones y expectativas sobre el amor verdadero y el desarrollo personal.
¿Qué es el amor? ¿Puede la literatura condicionar nuestra manera de sentirlo?
Mario Benedetti escribió: “Ella no es mía, tampoco soy suyo, lo nuestro es temporal, somos un préstamo voluntario de momentos inolvidables que quizás podrían durar toda la vida…” Leer esa frase me llenó de alegría. Había encontrado, una vez más, en las palabras de otro, el reflejo de mis pensamientos. Claro, es un poeta, de eso no hay dudas.
Pero, ¿de dónde sacamos si eso que sentimos es amor? ¿Cómo lo podemos validar? ¿Quién tiene el nomenclador de emociones?
Después de darle vueltas, entendí que había un hilo conductor. Mi construcción sobre el amor estuvo siempre basada en la literatura. Nacida en la década de los 70, crecí leyendo, sobre todo, novelas épicas y románticas. Y quizás, solo quizás, tanto romanticismo me condicionó un poco.
Hasta que un día, mientras charlaba con mi hermana sobre las relaciones, le comenté que creía que ya no había amores como los de antes.
—¿Amores cómo? —me preguntó.
—Amores como los de nuestras abuelas—respondí.
Amores que al parecer antes eran más genuinos y más nobles. Sí, lo sé, dije “al parecer”. Esta reflexión me llevó a cuestionar cómo la literatura había influido en mi percepción del amor.
Y es que en algún momento iba a llegar a esa conclusión. Desprendida de todo criterio académico, tiene su lógica. La literatura es una construcción humana que posee la impronta de su época. Por ejemplo, en las novelas de Jane Austen, como Orgullo y prejuicio, vemos cómo las expectativas sociales y las emociones intensas se entrelazan para crear historias de amor que parecen eternas.
En las novelas situadas en los siglos pasados, que me siguen fascinando, los personajes femeninos eran bien estereotipados. Y de tanto en tanto, aparecía alguna que otra heroína rebelde.
Y ¿qué pasaba, entonces, cuando una damisela que vivía en un lugar lejano, que tenía solo contacto con su familia, conocía a un galán?
¡Exacto! Adivinaste. Las emociones y las expectativas cobraban una intensidad desmesurada. La literatura de esa época reflejaba las dos caras de un mismo relato. Por un lado, los amores idílicos con finales de cuentos de hadas. Por el otro, los amores trágicos.
La historia es la prueba de que muchas de esas novelas tenían similitudes, en algunos casos casi autobiográficos, con la vida real. Me remito a autoras femeninas de otras épocas, como las hermanas Brontë, Sor Juana Inés de la Cruz, Silvina Ocampo, Simone de Beauvoir, Louisa May Alcott, Alfonsina Storni… solo por nombrar a algunas, de las que se sabe que sus existencias no transcurrieron en un jardín de rosas.
En mi caso, la duda era ¿cuánta de aquella narrativa me condicionaba? ¿Era posible que existiese amor sin sufrimiento? Y ahí, amiga, lectora, creo que me vas a entender un poco más.
Fueron años de terapia y de cambios profundos. Eso me llevó a buscar lecturas que generaran otros pensamientos. Porque mi propio relato sobre el amor estaba impregnado de fantasías.
Un ejemplo claro fue cuando leí Comer, rezar, amar de Elizabeth Gilbert; que cuenta una historia real con la que me sentí muy identificada. Tal vez por la forma en que la protagonista no solo se replantea el amor, sino su propósito en la vida. Este libro, sin dudas, me inspiró y me alentó a no darme por vencida.
El amor tal y como lo percibo ahora, es ver a la otra persona sin idealizarla. También es poder mostrarme tal cual soy. Antes me acomodaba al hombre de turno. No lo hacía especulativamente, lo hacía desde esa forma de amar precaria. Y aunque sigo siendo una romántica, sé que el príncipe no vendrá a rescatarme. Primero me voy a rescatar yo.
Y ¿entonces qué queda por delante?
Quizás, ir por aquellas historias que hablen de amores genuinos. De los buenos, de los que sanan. Tal vez, se trata de darle espacio a la biblioteca para libros que te hagan crecer. A validar los sentimientos desde tu percepción. No desde lo que te venden afuera.
Aquí te dejo tres libros que me encantaron y te recomiendo si estás buscando inspiración y disfrutar de una linda historia:
- “Comer, rezar, amar”, de Elizabeth Gilbert: Es una novela autobiográfica en la que la autora cuenta su búsqueda del amor y la felicidad en un viaje por diferentes destinos como Italia, India y Bali.
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- “Diario de una pasión”, de Nicholas Sparks: Cuenta la vida de una pareja que se enamora en un verano y que con el paso de los años vuelven a reencontrarse y se enfrentan a muchos desafíos para vivir su amor.
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- “Posdata: Te amo”, de Cecelia Ahern: Narra una conmovedora historia sobre los vínculos que trascienden la muerte y la resiliencia. Un mensaje esperanzador sobre los nuevos inicios.
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Espero que hayas disfrutado este relato sobre el amor y la literatura. ¡Y si te sentiste identificada con este tema, me encantará leerte en comentarios!
Desde El Gato con lentes te acompañamos con estos maravillosos libros para motivarte a crecer y sentirte cada día más feliz con quien sos y con tu vida.
Los sugeridos
- El amor es sin dolor, de Carla Cabelli, desarma las frases hechas y las verdades populares que, aunque bien intencionadas, perpetúan el abuso emocional y el sufrimiento.
- El amor es imposible, de Darío Sztajnszrajber. A través de la filosofía, nos desafía a desandar lo andado, a rebelarnos y animarnos a lo imposible.
- Por amor, de Alaleh Nefajian, les habla a las personas que se sienten solas, frustradas, decepcionadas o dolidas, cuestionando cómo se construye un vínculo y por qué pasamos de soportarlo todo a no soportar nada.